abr
28
2012

Recortes: emprender y reprender

Desde hace algún tiempo, noto un bulto en el cuello, cerca de la tráquea. Hasta ayer, ni tiempo ni ganas de consultar, pero la familia insiste. Me dispongo a tomar, en Trapagaran, el bus que me llevará al especialista del excelente Servicio vasco de salud, por indicación, ayer mismo, de la médico de familia. A mi espalda, dos trabajadores desprenden los numerosos carteles que cubren los cristales de una sucursal bancaria y el muro adyacente. Antes de subir a bordo, tomo foto de la escena, sin propósito consciente.

Durante el trayecto, una señora me indica la parada más próxima al Centro de Salud, pues si bien se encuentra en Ortuella, muncipio colindante en el que fui maestro de escuela a inicios de los años 80, no conocía su ubicación precisa, también porque hace más de veinte años que, por suerte, apenas he precisado de la sanidad pública, por la que cotizo encantado.

 

Al pie del edificio, encuentro otro operario de limpieza, quién sabe si con estudios universitarios. Éste, con más dificultad que los anteriores, elimina los carteles atrincherados en las grietas de una pared de ladrillo caravista. Le tomo foto, esta vez con el propósito de contarlo. Escaso de tiempo para llegar a la cita, no inmortalizo la pintada que despide a quienes abandonan el Centro de salud. ¡A saber si la misma, en la que se aboga por la custodia compartida, espera su turno para ser limpiada o, por el contrario, la llegada de un par de guardas de seguridad que la custodien y, de esta suerte, salvaguadar la libertad de expresión!

Atendido puntualmente y con profesionalidad, obtengo cita para realizar una prueba diagnóstica, casi inmediata, en el hospital de referencia. Más contento que unas Pascuas, porque parece descartarse algo serio, y por haber podido ejercer mi derecho a la asistencia sanitaria en condiciones inigualables, encamino mis pasos hacia el transporte público de regreso, cuando me sobresalta un vehículo que se acerca vociferante:”¡¡No a los recortes; ¡no falta dinero, sobran ladrones!!” Estoy a punto de mostrar, siquiera gestualmente, mi complicidad con el anunciante-denunciante, cuando advierto que el automovil está empapelado con carteles como los que había visto retirar. Cambia mi disposición de ánimo.

 

Como quiera que el bus acaba de salir, me alisto a tomar el café matutino, éste sin prepago, mientras chequeo el correo, por si el trabajo me reclama. Sorprendentemente, a las 10.55h. había entrado el articulo que Carlos Trevilla, ex-secretario general de UGT-Euskadi, publicara en El Correo el pasado 31 de marzo. Circunstancia, autor y título, “Una Euskadi mejor”, invitan a la relectura. Trevilla alude al “Informe sobre duplicidades e ineficiencias en las administraciones públicas vascas”, el cual cifra el coste de aquellas en 403 millones de euros y apunta -aunque no cuantifica- la existencia de una mayor bolsa de ahorro potencial en el ámbito de las ineficiencias. Entre otros, el documento pone como ejemplo de duplicidad e ineficiencia el hecho de que “Euskadi cuenta con más de 250 organizaciones dedicadas al fomento del emprendimento… y una persona joven tiene que pasar por docenas de ventanillas de asesoramiento para poner en marcha un negocio”.

 

Coincido con Carlos en la imperiosa necesidad de revisar el denso entramado institucional vasco. No obstante, estimo que se le va la mano a la hora de contabilizar ventanillas y se queda corto al no poner de manifiesto que en la Comunidad Autónoma del País Vasco, con poco más de dos millones de habitantes, disponemos de 251 ayuntamientos, un número ligeramente inferior de personas que “parlamentan”, legislando y controlando a nuestros cuatro ejecutivos -Gobierno vasco y Gobiernos forales-, los cuales cuentan con sus correspondiente docenas -en este caso sí lo son- de “ministros” y centenares de directores generales y asesores, muchos de estos últimos desubicados.

 

Pues bien, a la espera del diagnóstico médico acerca de la naturaleza es ese nudo que tengo en la garganta, avanzaré un pronóstico: se trata de una somatización relacionada con la crisis económica. Ni más ni menos. Hoy, todo lo que padecemos o disfrutamos, según la posición de cada cual, es achacable a la crisis, y lo mio no iba a ser una excepción. Y si al salir de casa apostaba por el “acojono”, por aquel “se te ponen de corbata” con que a veces expresamos el desasosiego, ahora, tras la jornada matutina, creo que se trata de un atragantamiento.

En efecto, me cuesta tragar que unos vecinos, que para colmo se dicen progresistas, ensucien las paredes que otros vecinos han de limpiar con el dinero de todos; se me atragantan los alcaldes que gastan el dinero público siempre escaso -y no sólo ahora- en promover campañas de sensibilización ambiental y demás gaitas de dudosos resultados, en lugar de hacer cumplir las ordenanzas, consiguiendo que pague quien ensucie; se me atraganta una economía tan improductiva como la que genera oficios de servicio público del tipo “quitacartelesdelasparedes”, o “concejalestiracohetes”.

 

¿Y si en Euskadi llegara a suceder que tres quitacartelesdelasparedes, tarea superflua realizada por personas honorables, o un concejal liberado se llevaran por delante a un par de otorrinolaringólogos del sistema público de salud? Pues muy sencillo: le endosamos TODA la responsabilidad a los “mercados” y al neoliberalismo rampante, y nos ponemos a lloriquear acodados en las barras de los bares, entre una celeración deportiva y la siguiente.

Defender la sanidad pública vasca de calidad, por lo mucho que aporta en términos de equidad, es hoy, más que nunca, una tarea inaplazable. Tarea que necesariamente hemos de asociar al combate de las ineficiencias en todos los ámbitos, y no sólo en el sistema sanitario.

De entrada, y por si no lo consiguiéramos, cuidaré mejor de mi salud, pues de lo contrario puedo pagarlo caro, en uno y otro sentido. Y, de salida, voy a echar una pensada en torno a la salud social, o cómo evitar que la ineficiencia consentida se nos atragante y, por ello, deje pasar la mala baba de quienes recortan derechos sociales para incrementar las rentas de sus amigos.

Antanas Mockus afirma que ser ciudadano es “corregir y dejarse corregir”. ¿Y si reemplazáramos algunos de esos 250 dispositivos de asesoramiento para emprender por otros para reprender… y dejar que nos reprendan?

Roberto Flores

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